También se empezó a valorar las condiciones laborales del personal encargado de la producción de prendas de moda, muchas veces en fábricas del tercer mundo que desarrollan su labor en condiciones pésimas. Como otros diseñadores de su tiempo, se inspiró en la moda del siglo XVIII y combinó la seda con pieles y encajes. El comerciante Harry Gordon Selfridge fue pionero en sus almacenes -primero en Chicago y luego en Londres- en organizar desfiles amenizados con música, así como en incorporar a sus locales aseos y restaurantes para prolongar la estancia de los clientes.