El padre de Ernesto llegó a organizar durante la Segunda Guerra Mundial un pequeño grupo para espiar las actividades nazis en Córdoba, en el que también participó Ernestito. También continuó con sus intensas actividades de lectura y la escritura de sus cuadernos filosóficos. Córdoba, que por entonces contaba con unos 350 000 habitantes, comenzaba a sufrir transformaciones decisivas debido un notable proceso de industrialización por el que fue llamada la Detroit argentina.